2. GLOSARIO

 

 

Este breve glosario tiene por finalidad orientar a quien tiene una aproximación inicial con la semiótica, acerca del sentido básico de algunos de los términos que se utilizan más habitualmente.

Dos observaciones son importantes. Por una parte, que se trata de términos de gran complejidad, por lo que la plenitud de su significado se irá adquiriendo conforme se progrese en el conocimiento de la disciplina. Lo que aquí enuncio es tan sólo una inicial aproximación, como para comprender, elementalmente, de qué se está hablando cuando se los utiliza.

La otra observación consiste en que el significado atribuido a estos términos admite un cierto margen de variación según el autor o estudioso de la semiótica que lo está utilizando. El conocimiento de las fuentes teóricas de la semiótica implica, justamente, llegar a diferenciar estos diversos usos en cada uno de los diversos tratadistas. Lo que aquí enuncio convendrá considerarlo, por tanto, como una puesta de acuerdo terminológica, para mejor comprender aquello de lo que estemos hablando, con su validez, provisional, limitada a este Manual. Tanto los participantes como yo mismo someteremos a constante crítica el contenido que le atribuimos a los términos que utilizamos; considero que el rigor, en las ciencias sociales, consiste en utilizar sus términos de modo consistente, o sea, sin incurrir en contradicciones, mientras se permanece en los límites de un determinado texto, y en explicar y justificar la razón del cambio cuando se los modifique. Como decía Michel Foucault: “No me preguntéis quién soy ni me pidáis que permanezca el mismo; esa es una moral del estado civil; rige nuestros documentos. Que nos deje libres cuando se trata de escribir.”[1]

 

Lingüística, semiología y semiótica

 

La lingüística es la disciplina que estudia el sistema de los signos de la lengua (pese a la redundancia, aclaro: verbal) y las características de su utilización.

La semiología y la semiótica son las disciplinas que estudian el sistema de los restantes  signos (según una de las tendencia, como veremos un poco más adelante) o el sistema de la totalidad de los signos (según otra, como también veremos) que están vigentes en determinada sociedad y las características de su utilización.

Entre semiología y semiótica la diferencia radica, en cierto sentido, en su diferente origen contemporáneo. Con independencia de su inicio en el pensamiento de los estoicos griegos, su recuperación moderna se debe, en gran parte, a la obra de dos autores fundamentales: Ferdinand de Saussure, en Francia, y Charles Sanders Peirce, en los Estados Unidos de Norteamérica. El origen latino, en la lengua de Saussure, la hace reaparecer como “semiología” (“sémiologie”), mientras que, en la lengua de Peirce, el origen anglosajón la actualiza como  “semiótica” (“semiotics”). Por la competencia teórica predominante de estos dos autores, la lingüística en Saussure y la filosofía y la lógica en Peirce, también se suele utilizar la diferencia para enfatizar el ámbito de los estudios vinculados con la literatura en el caso de la semiología, frente a los vinculados a otras formas de comunicación, como las imágenes y/o los objetos y/o los comportamientos, en el caso de la semiótica. Por la misma razón, se adscribe la semiótica a los estudios de mayor rigor y exigencia científica. De todas formas, el motivo de la diferencia va relegándose al origen histórico y cada vez más se impone el término “semiótica”, quizá por la invasión del inglés acompañando a la innovación tecnológica. Yo también he comenzado usando “semiología” y hoy utilizo exclusivamente “semiótica”; en mi caso, el cambio se originó en una búsqueda de connotación rigurosa para la disciplina en cuyo ámbito he optado por trabajar.

Otro aspecto a tener en cuenta, es el relativo a la diferencia entre la lingüística por una parte y la semiología / semiótica por otra. El problema consiste en el ámbito abarcado por la una frente al que correspondería a la otra. Una posición, con origen en Roland Barthes, hace de la lingüística la disciplina omniabarcadora, en la que quedaría incluida la semiótica. Todo acaba siendo explicado con palabras, por lo que, en definitiva, es la lingüística la que explica la producción de sentido que se cumple por acción de los diversos signos, cualquiera sea su carácter: imágenes, símbolos, objetos, comportamientos. La crítica a esta actitud consiste en comprender que la lingüística puede explicar cómo actúan otros signos, además de los verbales, pero no puede producir la misma significación que produce cada uno de ellos; operan, por tanto, en función de reglas específicas y diferenciales que requieren su propio metalenguaje para explicar su eficacia. Esta valoración de lo específico y diferencial condujo a Louis Hjelmslev a afirmar a la semiótica como el continente de todas las demás semiosis, entre las cuales se encuentra la palabra, así como la imagen, la exhibición de objetos y comportamientos, etc.  Esta última opción es la que adopto en este Manual, como puede constatarse en el desarrollo del Programa.

Por tanto, cuando hablemos de una semiótica general estaremos haciendo referencia al conjunto de reglas de integración, sustitución y superación (términos que serán definidos en su momento) que son aplicables por igual a los signos de cualquiera de las semiosis vigentes en determinado momento de determinada sociedad.

Cuando hablemos de semióticas particulares estaremos haciendo referencia al conjunto de reglas de integración, sustitución y superación  específicas a los signos de una determinada semiosis icónica, indicial o simbólica (términos con los que nos iremos familiarizando progresivamente) vigente en determinado momento de determinada sociedad.

 

Texto

A los efectos analíticos, entenderemos por “texto”, a lo largo de este Manual, a un discurso sin semántica. Pese a la tradición lingüística de esta terminología, la utilización que propongo de este término “texto” no se limita al universo de los signos lingüísticos.  O sea, cuando de una propuesta perceptual, cualquiera sea su calidad semiótica (se trate de iconos, índices o símbolos), se toman exclusivamente sus relaciones sintácticas, diremos que se está identificando el texto de esa propuesta perceptual. Por oposición al sistema, que es virtual, el texto es un fenómeno fundamentalmente existencial, o sea, percibible. Nunca podemos referirnos a él ni a sus componentes como a una abstracción. Pero su importancia es fundamental, en especial en las operaciones analíticas, por lo que puede admitirse la vigencia de la máxima: no hay semántica sin sintaxis (o sea, si se pretende explicar el significado hay que partir de relaciones efectivamente existentes en el texto). Por ello, también, la importancia de las relaciones semióticas que se denominan “contexto”.

 

Discurso

A los efectos metodológicos, entenderemos por “discurso”, al nombrarlo en este Manual, a un texto con  semántica. O sea, a partir de una concreta propuesta perceptual (icónica, indicial o simbólica) se interpretan (intuitiva o analíticamente y si se trabaja profesionalmente resulta imprescindible hacerlo analíticamente) las relaciones mediante las cuales se construyen los significados de determinados fenómenos sociales.

 

Contexto - Cotexto - Paratexto

Entendemos por “contexto”, en el presente Manual, siguiendo la línea más clásica de la tradición lingüística, al conjunto de todos los signos, de características semióticas semejantes a las del que se estudia, que se vinculan sintácticamente con un determinado signo, cuyas relaciones en un determinado texto nos interesa estudiar, por lo que podremos decir de ellos que constituyen su contexto. Este término se emparienta conceptualmente con el término “sintagma”, en la terminología saussureana.

También suele hablarse de “cotexto”, introduciendo una notable confusión. Suele utilizárselo, en el ámbito del discurso verbal, con el sentido que acabo de atribuirle a “contexto”; con lo cual, para algunos (esos mismos), redefiniéndolo de modo diferente a como lo formulé inicialmente, “contexto” pasa a ser un término afín con “situación”, en el sentido de poder hablarse, por ejemplo, de “contexto o situación de enunciación”. No es éste el sentido con el que utilizaré el término “contexto” en este Manual, sino con el más convencional, meramente expandido a designar relaciones, no sólo entre los signos lingüísticos integrantes de un texto determinado, sino igualmente entre otros signos no lingüísticos, mientras se trate de signos de las mismas características que el que está en estudio y simultáneamente presentes en un mismo texto.

En la eventual utilización que pueda llegar a hacer, en este Manual, de “cotexto” se entenderá por tal a determinado conjunto de signos, de características semióticas diferentes al que se estudia, e interrelacionados con éste en una misma situación existencial. También se entenderá por “cotexto” de determinado signo en estudio el conjunto de signos que está presente en otra situación existencial, aunque sean de las mismas características que el que se estudia. Es decir, hay cotexto cuando varía (1) la calidad semiótica de los signos respecto del signo cuyo cotexto se estudia o bien cuando varía (2) la situación existencial en que es encuentra el signo que se estudia respecto del conjunto de signos con que se lo relaciona.

En resumen, en el uso que yo habré de darle en este Manual y sin pretender imponer mi propio criterio, el contexto vincula a un signo con otros de sus mismas características y constitutivos de su misma situación existencial; el cotexto vincula a un signo con signos de características diferentes a las suyas o con signos, de las mismas o diferentes características, situados en otra diferente situación existencial. Por ejemplo, el contexto de un icono estará constituido por otros iconos; el cotexto de un icono estará constituido por índices o por símbolos, pero no por iconos. Más empíricamente, las ilustraciones que acompañan a un texto literario son cotexto de ese texto; las ilustraciones de determinado autor que acompañan a determinado texto son cotexto de otras ilustraciones de otro autor que acompañan a otra edición de ese mismo texto. Las ilustraciones que acompañan a la edición de un determinado texto literario, consideradas entre sí, o sea, en cuanto ilustración, constituyen todas el contexto de cada una de ellas.

La importancia de una diferencia terminológica consiste en la capacidad que posee para diferenciar situaciones o entidades que requieren distinguirse. Aquí tenemos dos posibilidades: o (1) el signo se vincula con otros signos de sus mismas características semióticas, y lo hace (2) en el interior de una misma situación existencial o lo hace (3) en relación con otra situación existencia; o bien (4) se vincula con signos de características diferentes, pudiendo hacerlo (5) en el interior de una misma situación existencial o (6) en relación con los signos que se encuentran en otra situación existencial. En el uso de este par de términos que me propongo hacer, utilizaré “contexto” para designar, exclusivamente, a la posibilidad (1+2)  y usaré “cotexto” para designar a las restantes posibilidades (1+3; 4+5; 4+6). El problema es importante ya que para explicar por qué se le atribuye un determinado significado a determinado signo es preciso identificar las relaciones que establece con su entorno, y estas varían según sean signos de las mismas o de diferentes características y ubicados en la misma o diferentes situación existencial. No es lo mismo relacionar formas y colores en el interior de una imagen (contexto), que relacionar determinadas formas con el público que visita la exposición en que se encuentra expuesta o con las paredes de la sala donde se la expone o con la iluminación que cae sobre ella o, incluso, con otras imágenes diferentes expuestas en la misma exposición, etc. (cotexto).

Pero todavía habría más: también cabe hablar del Paratexto, que Eco retoma de Genette, para referirse a “cuántas cosas (que en principio no serían texto) hay en torno de una obra literaria: solapas, tamaños y caracteres tipográficos, inserción en colecciones, cubiertas, portadas, títulos, subtítulos, comunicados de prensa, dedicatorias, epígrafes, prefacios, notas, entrevistas, correspondencias, reflexiones autorales a posteriori, diarios íntimos y póstumos […] [Genette] distingue entre “peritexto”, es decir, todos los discursos que explícitamente forman parte de un libro como objeto físico (como el título y las notas) y “epitexto”, o sea, los discursos que circulan en torno del texto, desde los del editor hasta las entrevistas y confidencias del autor” (Eco, 1989).

 

 

Signo

Es el término central de la problemática semiótica. En torno a él girarán nuestras exposiciones, comentarios y explicaciones, así como su comprensión adecuada y bien fundada constituirá la base del aprendizaje que puede esperarse obtener de este Manual. Las definiciones explícitas, tanto la vinculada a Saussure como la propuesta por Peirce, Morris y otros las iremos viendo en su oportunidad.

(I) Sintácticamente, podríamos decir que el signo es un enclave en un contexto, a partir del cual se desarrolla un conjunto determinado y normado (de modo absoluto o con márgenes relativos de variabilidad) de relaciones, previstas a partir de un determinado sistema de posibilidades, con los restantes enclaves de su propio contexto. (Uso el término “enclave” buscando una designación genérica que permita referirse tan sólo a una entidad física determinada situada o formando parte de un ámbito físico determinado; desde el punto de vista sintáctico sólo interesa esa entidad en cuanto punto de origen y de destino de las relaciones que pueden identificarse entre ella y los restantes componentes de ese ámbito concreto.)

(II) Semánticamente, podríamos decir que el signo es la menor parte de una propuesta perceptual que le atribuye sentido a algo distinto de ella misma en el mundo. (Esta “menor parte de una propuesta perceptual” se refiere a la parte que ya tiene la función de producir algo que no estaría en el mundo si no fuera porque lo percibimos de determinada manera en la propuesta que la contiene.)

(III) Referencialmente, podríamos decir que el signo es  el más elemental concepto que puede identificarse en otra determinada propuesta perceptual. (Esta “propuesta perceptual” ya no es la de apartado anterior que, desde otro enfoque, es la misma que correspondería al asiento de las relaciones sintácticas, sino que se refiere a lo que percibimos cuando percibimos eso distinto de las otras dos pero producido conjuntamente por ellas.)

O sea, lo mencionado en (I) y (II) es lo mismo visto de dos modos diferentes; lo mencionado en (III) es otra cosa, que es lo que la hacen ser la acción combinada de (I) y (II).

Estos tres aspectos requieren, además, de un intérprete que será quien admita, transforme o rechace la propuesta referencial, sintáctica y semántica en que consiste determinado signo. Si consideramos a la eficacia del signo, tal como está establecida en determinado momento de determinada sociedad, con prescindencia del intérprete (como designación del universo de sus usuarios) que ha ido configurando tal eficacia, estamos en un planteo típicamente saussureano. Si consideramos a la eficacia del signo, tal como está establecida en determinado momento de determinada sociedad, en función del trabajo semiótico del intérprete que ha ido configurando tal eficacia (intérprete que ya no es su usuario, sino uno de los componentes inherentes al propio signo), estamos en un planteo típicamente peirceano.

 

Código

Podemos entender por “código” al registro, ordenado por algún criterio explícito decidido por su autor o recopilador, de un determinado conjunto de signos, sintáctica y semánticamente descritos, relativos a un determinado fenómeno social.

 

Sistema

Consiste en un conjunto de entidades (signos), junto con sus funciones relacionales respecto del resto de las entidades del mismo conjunto y junto al significado de cada una de tales entidades, todo ello a nivel virtual, o sea, de meras posibilidades. El sistema no tiene existencia efectiva, pero contiene todas las posibilidades, realizadas o no realizadas pero realizables, para actualizar los signos en los correspondientes textos y discursos. Conociendo el sistema puede saberse si determinada configuración perceptual efectiva (una frase, una imagen, un comportamiento, etc.) es posible a partir de tal sistema. A la inversa, si conozco un conjunto de realizaciones efectivas (frases, imágenes, comportamientos, etc.) relativas a un determinado fenómeno social en estudio (por ejemplo la campaña propagandística de determinado candidato político) puedo reconstruir el sistema (comunicativo, ideológico, programático, etc.) del que  se partió para su producción. O sea, a partir del texto puedo recuperar el sistema (operación inferencial); a partir del sistema puedo afirmar si un determinado texto es o no posible (decidibilidad). La recuperación del sistema del que surgió la posibilidad de que se concretase un determinado texto o discurso es una de las más importantes finalidades del análisis semiótico. Un sistema puede diseñarse y a partir de él producir determinadas manifestaciones perceptuales de la semiosis que corresponda; pero, por lo general, la producción de manifestaciones perceptuales no es, por parte del productor, tan consciente como para tener identificado el sistema que está manejando. El análisis semiótico permite, por ejemplo, recuperar (conocer, explicar su eficacia e, hipotéticamente al menos, replicar la eficacia productiva de) el sistema lingüístico, sintáctico y semántico, que utilizó, en las distintas instancias de su vida de producción poética Antonio Machado, o el sistema que aplicó, en las distintas etapas de producción de sus configuraciones de textura, forma y color, Pablo Picasso, etc. Un sistema es la condición de la existencia de una propuesta perceptual; pero, como es virtual, no permite un acceso directo que permita describirlo; se requiere reconstruirlo a partir del análisis de las relaciones constitutivas del conjunto de propuestas perceptuales existencialmente configuradas a partir de la virtualidad de tal sistema. Por tanto, la propuesta perceptual contiene las relaciones que se concretaron, de entre todas las posibles, preexistentes en el sistema.

 

Lenguaje

Es el nombre de la facultad cognitiva de que dispone el hombre para la producción de signos lingüísticos.

 

Lengua

Consiste en un determinado sistema (virtual, por tanto) de signos lingüísticos, a partir del cual se construyen las expresiones lingüísticas con las que una determinada comunidad de hablantes configura su entorno. Las expresiones lingüísticas, las palabras por ejemplo, no son signos lingüísticos sino réplicas de los correspondientes signos lingüísticos. Cada signo lingüístico es uno único; la cantidad de sus réplicas es indefinida; son tantas cuantas veces se actualice, en el habla, ese mismo y único signo lingüístico.

 

Habla

Consiste en la actividad concreta de producción e intercambio de expresiones lingüísticas textuales (existenciales, por tanto) que circulan en el seno de una determinada comunidad de hablantes. Su estudio (considerado inabarcable por Saussure) ha dado lugar a la pragmática.

 

 

 

Semiótica

Con este término se designa, por una parte, una facultad y, por otra, una disciplina del conocimiento. En cuanto facultad, es el nombre de la facultad cognitiva de que dispone el hombre para la producción de toda clase de signos (entre los cuales, pero no de modo exclusivo ni preferencial, desde la perspectiva por la que opto, están los lingüísticos). En cuanto disciplina del conocimiento es el nombre con el que se designa el estudio de toda clase de signos: básicamente, iconos, índices y símbolos, tendiente a producir la explicación de por qué, cómo y con qué eficacia se producen, circulan y se transforman las significaciones vigentes en un determinado ámbito social. (Téngase en cuenta todo lo desarrollado en la Primera Parte de este Manual, acerca de la Semiótica como metodología de investigación.)

 

Semiosis

Consiste en un determinado sistema (virtual, por tanto) de determinada calidad de signos (que puede ser cualquiera de las tres mejor sistematizadas: iconos, índices o símbolos o las que surjan por su combinatoria), a partir del cual se construyen la expresiones semióticas con las que una determinada comunidad configura (visual, comportamental o conceptualmente)  su entorno.

 

Semiosis sustituyente

Se entiende, en este Manual, por “semiosis sustituyente” al conjunto de las configuraciones perceptuales (frases, imágenes, objetos y comportamientos exhibidos) con las cuales (a partir de, pero en definitiva con independencia de la intención de su productor) se atribuye un sentido al entorno de quienes las utilizan (como productores, receptores o en ambas funciones). Su eficacia, para lograr dicha atribución de sentido, radica fundamentalmente en las relaciones físicas (sintaxis lingüística, configuración gráfica o disposición de objetos o comportamientos) que vincula a los signos que las constituyen. La calificación de “sustituyente” no debe tomarse en ningún sentido que la asemeje a una vinculación especular con las entidades del entorno a las que están dotando de sentido; quizá, para evitar el posible equívoco, sería conveniente ir modificando tal calificación por la de “constituyente”, para fortalecer la idea de productividad inherente a la eficacia del aspecto perceptual de los signos.

 

Semiosis sustituida

Se entiende, en este Curso, por “semiosis sustituida” al sentido adquirido por el entorno de quienes utilizan determinadas semiosis sustituyentes y en función de su específica utilización. O sea, cada manifestación de una semiosis sustituyente puede producir alguno de los siguientes efectos cognitivos: duplicación, expansión o ruptura. Si una semiosis sustituyente sólo produce un efecto de duplicación, el sentido del entorno no se modifica, sino que se ratifica en su anterior estado. Si una semiosis sustituyente produce un efecto de expansión, el sentido del entorno adquiere un contenido que no había sido construido previamente, pero que responde a las posibilidades de la semiosis preexistente. Si una semiosis sustituyente produce un efecto de ruptura, el sentido del entorno adquiere contenidos impensables desde las posibilidades de la semiosis preexistente, por lo que se dan dos posibilidades: o se rechaza tal propuesta de sentido o se rechaza la vigencia de la semiosis preexistente y comienza a elaborarse una nueva semiosis. Por las mismas razones mencionadas respecto de la calificación de “sustituyente”, sería oportuno ir transformando la calificación de “sustituida” por la de “constituida”. Hablaríamos, por tanto, de “semiosis constituyente” y de “semiosis constituida”.

 

Objeto semiótico

Es lo que se sabe del objeto o fenómeno. Designa, por tanto, a lo que puede verse y conocerse a partir de las semiosis sustituyentes que históricamente han venido construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo el entorno de determinada sociedad o determinados elementos de dicho entorno. Frente a esto, la expresión “semiosis sustituida” designa la novedad (o el intento de innovar) que determinada semiosis sustituyente se propone producir como nuevo sentido del entorno o de determinados elementos de dicho entorno. O sea, con “objeto semiótico” se designa lo que ya sabemos acerca de determinada entidad. Lo que, por ejemplo, nos lleva a manipular una silla sin pensar siquiera en lo que estamos haciendo es una consecuencia de considerarla como objeto semiótico; en cambio después de haber contemplado “la silla” de Van Gogh tenemos una nueva perspectiva para mirar y para relacionarnos con las sillas; la silla vista en referencia a “la silla” de van Gogh, y mientras dura la novedad de tal visión, es una semiosis sustituida).

 

Conforme vaya surgiendo la necesidad de aclarar, precisar o corregir términos o conceptos, se irá incrementando y/o modificando este GLOSARIO.

 

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REFERENCIAS

ECO, Humberto (1989). “En torno del texto está el Paratexto”, en La Nación, Sección 4ª; domingo, 13 de agosto.


 

[1] M. Foucault (1969). L'archéologie du savoir. Paris: Gallimard; p. 28